Nuevas sensaciones


Lo vivido en el último año, o mejor dicho lo vivido en los dos últimos años, era motivo mas que suficiente para recuperar tradiciones abandonadas momentaneamente el pasado año. Era hora de volver a buscar allí donde sé que siempre puedo encontrar. Era hora de volver a recorrer los caminos que nos llevan ante la tumba del apóstol Santiago.

 Muchas cosas me han pasado desde la última vez que camine hacia Santiago y muchas mas las que me han sucedido desde la última vez que pise la catedral hace ya 6 años. La vida ha dado muchas vueltas en estos años, y año tras año he ido a caminar en busca de aquello que sólo el camino ha sido capaz de darme.

Cada año desde aquel ya lejano primer camino en el año 2004 he vuelto a caminar. He vuelto por las sensaciones que el camino dejaba año tras año en mi. El primer año fue curiosidad, era una prueba, era hacer lo que todo el mundo hacia. El segundo fue el año que el camino se mostró ante mi con todo su esplendor, con toda su grandeza.
Ese año fue el año que caí rendido ante lo que el camino iba a significar para mi los siguientes años. Fui consciente de mis debilidades, de mis excesos, de lo que significa la amistad y el compañerismo, fui consciente de todo lo que nos perdíamos cada día de nuestra vida diaria, y fui consciente de todo lo que podíamos ser y hacer si vivieramos como se hace en el camino. Ese año fue el que ha hecho que desde entonces año tras año vuelva al camino buscando aquellas sensaciones.
El tercer año fue el mejor, disfrute del camino, de lo que iba a buscar, de lo que encontré, de la gente que conocí, de muchas cosas. Es un camino que no podré olvidar.
El cuarto año fue distinto. Distinto a los demás por muchas cosas. Distinto por el camino a recorrer, el tramo de Castilla es distinto a los demás, diferente. Los paisajes invitan a pensar, los peregrinos nos volvemos menos comunicativos, mas encerrados en nosotros mismos, distintos a los de otras zonas. Fue distinto por lo que sentí, por los sentimientos que llevaba dentro, fue distinto por la relación con mis compañeros de caminar, fue extraño y desconcertante. Sin duda el camino mas desconcertante para mi. Cambió formas de pensar, formas de actuar, me dio respuestas a preguntas que no quería formular, enturbió relaciones y revolvió aspectos de mi que tenía aparcados durante largos años.
Los dos siguientes fueron raros. El camino del Norte no se parece en nada al francés. Ni los paisajes, ni las gentes, ni nada se parece. El cambio me resulto demasiado brusco, no me sentía como otros años y el caminar se convirtió en algo ajeno a lo que era el camino. Ni los albergues,  ni los peregrinos me parecían iguales a los de otros años. Una sensación de alejamiento con respecto al camino me fue invadiendo. Sentía la necesidad de apartarme del camino, de descansar del descanso que ya no obtenía en mi caminar. Hice el camino casi como una obligación, una costumbre mia y de mi compañero de caminar. Pero el camino no me llamaba.
Por eso al año siguiente decidí dejar el camino al margen. El año Santo Compostelano amenazaba con masificar las rutas y convertir el camino en una ruta turística con miles de peregrinos que bien podían despersonalizar el Camino. Asi que decidí cambiar y hacer otra cosa. Caminar por otros caminos, con otra gente, buscar otras sensaciones y otros sentimientos. Desgraciadamente fue peor el remedio que la enfermedad. No sé que habría sido el camino, pero si sé lo que resulto el caminar: el sentimiento con el que vine fue de vacío total. Todo lo que me había ido aportando el camino en los años anteriores se perdió y me quede vacío.

Por todo ello esta año necesitaba volver al Camino, encontrarme de nuevo con aquella sensación del segundo año, volver a sentir que el camino me descansaba, me llenaba, me reponía.Quería haberle hecho solo, pues necesitaba estar a solas conmigo mismo, poder mirar dentro de mi con la tranquilidad y la paz que el esfuerzo de las horas de caminar solo es capaz de dar. Quería ir solo para no tener que depender de nadie, ni que nadie dependiera de mi, poder ir a mi aire, a mi paso, sin tener que pensar en nada que no fuese seguir las flechas amarillas y esforzarme en andar hasta llegar a mi destino. Quería ir solo para poder probarme, para darme el gusto de tentar mis limites y de sobrepasarlos, de ponerme a prueba, de superarme y machacarme, de poder disfrutar de largas jornadas de caminar, de disfrutar de todo ese poso que han ido creando en mi los años de caminante. Por todo ello quería ir solo.
Pero al final ha sido todo lo contrario. En un primer momento contaba con que Josep, caminante constante en el Camino al igual que yo, fuera a ir a caminar hasta Santiago. Llevaba años reclamandome que cuando hiciera la ruta teníamos que llegar a Santiago, y este iba a ser el año. Asi que convencido de su compañía, invite a María a que se uniera al caminar. Hace unos años que me dijo que cuando fuera a ir al camino la avisara para venirse pues quería hacerle pero no se atrevía a hacerle por su cuenta. Asi que este año se lo dije y rápidamente acepto.

Al final no fuimos tres si no dos puesto que Josep al final tenía otros planes para este verano. El planteamiento del camino cambio y todo lo que yo esperaba encontrar en el camino se fue diluyendo en un mar de incertidumbres, y mi animo para ir a caminar fue disminuyendo según se acercaba el momento de partir. Sin embargo y pese a esa sensación que me invadía lentamente ha sido el año en que he preparado las cosas con mas tiempo: billetes, ruta, macuto,…todo lo hice demasiado pronto para lo que en mi es normal. Debió ser por la necesidad que tenía de volver a caminar aunque la sensación que llevara no fuera la mas adecuada.

Y por fin llegó el día en el que partía hacía un nuevo lugar de inicio del caminar, hacia una nueva ruta jacobea, hacia un nuevo y diferente camino que recorrer, sentir y vivir. Pero eso es otra historia para otra entrada…

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