Al final ha pasado lo que suponía que iba a suceder. Era cuestión de tiempo, horas o días, que el desenlace fuera el que ha sido. Llevo 24 horas intentando salir lo menos posible por el miedo cobarde a encontrarle muerto. Sin embargo desde que le vi ayer como estaba siempre que he salido me he acercado, le dicho algo, le he acariciado, he intentado estar con él. Pero ese miedo cobarde al sufrimiento de los demás, a lo que pudiera tener había sido demasiado fuerte para aguantar a su lado.
Pero esta tarde he bajado. Era una excusa para salir a ver si el desenlace se había producido o no. He bajado y ya casi no quedaba nada de vida en él. He pedido a Dios (a ese Dios que no sé si existe) que le dejase morir. Y cuando me volvía a subir he oído ese aullido que dicen que anuncia la muerte. He acudido a él, y entre mis manos se ha ido. No hay palabras para esto. Ni siquiera las lagrimas que derramo mientras escribo esto sirven para expresar la sensación de ver y sentir morir a alguien. Quisiera no tener que repetir este momento, pero me temo que la vida no me lo va a permitir. Cuando vuelva a suceder seguiré sin estar preparado y las lagrimas volverán a acudir a mis ojos.
Descansa en paz, fuiste un buen compañero, un fiel amigo y feroz defensor…